Caminaba por el centro de la ciudad.Escuchaba el bullicio de los pases del niño,los pitos desesperados de los conductores, y el murmullo de la gente, algunos con preocupación, otros llenos de satisfacción porque tenían dinero aparentemente para comprar regalos.Caras largas en su mayoría. Otras con un semblante de estrés. Muy pocas irradiaban felicidad. Se acercaba la noche buena.El tiempo se terminaba para adquirir algún presente. Algunos ya cobraron sus aguinaldos. Mientras que otros nada, deberán abstenerse siendo muy austeros. Un gran porcentaje ni siquiera tendrán para una cena,porque no tienen empleo.En las redes sociales leía algunos post donde escribían, «un año más sola, otra vez sin mi familia, me invade la soledad, sin comida para mis hijos», entre otras frases de migrantes venezolanos. Si en nuestro país la situación económica va de mal en peor, más aún para aquellos quienes buscan mejorar su vida lejos de su tierra.El 24 de diciembre ya no se celebra el natalicio de Jesús. Al menos es mi percepción.Por todos lados se puede observar al pasadito de peso, vestido de rojo, con una largabarba blanca. Que sin duda llama a gastar nuestro dinero.Que las ofertas, que los descuentos, que el viernes negro. envolviendo la mente de los compradores compulsivos. Se va el efectivo, rastrillan la tarjeta, fían por un lado fíapor el otro y para el próximo año más endeudamos que nunca.Ni la mashicard nos salvará de la central deriesgos. En fin, la misma historia cada año,el consumismo impera, el amor, el hermanamiento, la amistad y sobre todo las creencias religiosas quedan en segundo plano.
*Periodista
