Al parecer nos atrae vivir en medio del escándalo. A pocas semanas de iniciar la
carrera electoral, se evidencian intereses mezquinos, aspiraciones aleves, las
mismas caras y el mismo discurso, o nuevas caras con las mismas viejas mañas.
Sin duda no son todos. Lo evidente es la danza de los colores, con tal de ser
candidato.
Pero, ¿en dónde quedamos los ciudadanos y nuestros intereses? El debate ha
perdido norte y eso sucede en el río revuelto donde todos meten su caña a ver qué
pescan. Ante la cercanía de nuevas elecciones, el tan manoseado sentir ciudadano
está presente en el discurso público de medios, redes sociales y círculos políticos,
que van ya poniendo cara y nombre a sus cuadros, algunos de éstos, erigidos en
los nuevos adalides de la salvación de la ciudad y la provincia.
Encontramos en nuestras lecturas para poder hacer opinión, esta perla sobre la
política: “La política está tan desprestigiada que pocos, en su sano juicio, se
arriesgan a entrar en ella poniendo su nombre por delante. Eso abre la puerta para
el acceso masivo de los pequeños, los corruptos y los cínicos.” Fernando Vázquez
Rigada, diario Imagen de Veracruz, artículo “Sin remedio”.
La participación electoral, es el próximo capítulo que vivirá nuestra localidad,
protagonizada por aquellos que se rasgan las vestiduras y señalan con el dedo a los
otros como culpables de la inestabilidad, el desorden y la desidia. Y en medio de
este panorama, todos aquellos que tienen la intención de alcanzar una participación
electoral, tienen la preocupación clara de ser conocidos y mantenerse en la boca del
ciudadano, como sea.
Arturo Reyes Isidoro, en su portal alcalorpolítico.com, señala que no se debe olvidar
que no hay campañas políticas que sean limpias y de caballeros. Una campaña
electoral es en realidad una operación de guerra que persigue un solo objetivo,
ganar. Años de experiencia enseñan que es más fácil mover al electorado en contra
de algo que a favor de algo.
Muchos de quienes aspiran a llegar a puestos de elección popular no son ricos y son
muy numerosos, otros tienen recursos y aspiran al poder. La democracia debilita la
conciencia, al hacer que los hombres prefieran lo que otros creen que es mejor, en
lugar de decidir lo que es mejor, según su propia opinión. Toda clase social usa el
poder para su propio beneficio.
Sin duda, toda regla tiene su excepción. La esperanza que nos queda es que la
educación y la inteligencia del pueblo, que dice no querer más de lo mismo,
constituyan una protección para que no caigamos en los mismos errores de la
política, evitando, nuevamente la entrada de los pequeños, corruptos y cínicos.
¿Usted qué opina?
*Periodista – Editor de El Nuevo Diario de Riobamba