Nos quejamos permanentemente de la falta de liderazgo a todo nivel. Los hechos ocurridos en el país, en octubre pasado, demostraron cuán divididos estamos los ecuatorianos, así como la diversidad de intereses de todo tipo que “movilizan” a diferentes sectores y a sus “liderazgos”, que no necesariamente buscan el bien común, desdiciendo de aquel rol que deben ejercer quienes desde sus posiciones directivas de todo tipo, social, gremial, empresarial, política, deportiva, etc, orientan a diferentes grupos de la sociedad.
Respecto de los liderazgos, al igual que en otros aspectos, los hay positivos y negativos. Recogemos varias de sus definiciones. El líder que utiliza su influencia para obtener lo mejor de sus seguidores, los mejores sentimientos, las mejores actitudes, las mejores maneras de pensar y actuar para beneficio de la mayoría y de la causa que lidera, puede ser considerado un líder positivo. Sus seguidores se convierten en mejores personas, respetuosas de la opinión de otros, en mejores profesionales y contribuyen a una sociedad más equitativa y justa. Un líder positivo fomenta la tolerancia, el respeto de sus seguidores en sí mismos y en los demás, todo ello sin perder el norte de su causa o lucha primaria. El líder positivo gestiona, guía, controla, comunica, asume, coordina, crea,
innova, evalúa, forma, delega, ayuda, educa, facilita, produce, cambia,
estimula, apoya, coopera, sueña, motiva.
¡Cuánta falta nos hace esa actitud a todo nivel!
También hay de los otros, el líder negativo, que utiliza su influencia para llegar a los sentimientos más negativos y bajos de sus seguidores, como el rencor, el odio, la sed de venganza, la violencia y el caos. Contrario a los líderes positivos no busca la paz sino la confrontación, no lucha al lado de sus seguidores sino que les utiliza como peones al servicio de sus intereses. Quien ejerce un liderazgo así, por lo general no respeta, no aprecia ni escucha a sus seguidores, realmente no le importan en lo más mínimo, está guiado solo por su vanidad, su ego, sus complejos y sus ambiciones personales. En el fondo el líder de este tipo, menosprecia a sus seguidores, son por ejemplo, abanderados de los pobres, sin embargo estos líderes no conocen pobreza alguna, nacieron acomodados o se “acomodaron” gracias a ellos, y utilizan a los pobres para incrementar sus posiciones de influencia, riqueza y poder, manteniendo siempre pobres a sus seguidores, pues la pobreza es tierra fértil para continuar sembrando las bajas emociones y los bajos sentimientos. Es manipulador, dice medias verdades, retuerce la realidad para su propia conveniencia y disfruta de utilizar a sus seguidores como peones al servicio de sus deseos y caprichos, el acólito, generalmente de la misma calaña, es premiado y el que no se alínea, es separado o anulado.
¡De un líder de este tipo, no se puede esperar nada bueno!
Hay una carencia de verdaderos líderes, de los positivos, aquellos que son reconocidos como tales mientras ejercen su actividad, el reconocimiento a su labor perdura en el tiempo pasando por encima de creencias, culturas o religiones. La falta de liderazgo provoca incertidumbre, desorden, inseguridad, desconfianza, de este ambiente se aprovechan los más sabidos, aquellos que se “sacrifican” por los demás y al final son los únicos beneficiarios de esta lucha social permanente, donde se evidencia una generalizada ausencia de liderazgo positivo.
Reconocer a los verdaderos líderes, también es parte de nuestra corresponsabilidad con el futuro, ya que como dice “El Miche”, “más culpa tienen los vagos que le hacen caso”.
Diego Moncayo Amores, periodista y comunicador.