¿Pueden los mensajes de texto salvar vidas? Esa fue la pregunta que se hicieron investigadores del Banco Mundial durante más de un año en Chimborazo, una región rural de Ecuador.
En lo alto de las montañas de la cordillera de los Andes, en Chimborazo vive una gran proporción de población indígena esparcida en pequeñas aldeas separadas por kilómetros de caminos en malas condiciones y sin pavimentar. Más de la mitad de las familias de la región vive en la pobreza. Hay poco acceso a agua potable y baños. La comida nutritiva es escasa.
En 2012, casi la mitad de los niños de Chimborazo padecía retraso del crecimiento, un problema agravado por la desnutrición crónica. La tasa de retraso del crecimiento en Chimborazo era la más alta de América Latina y comparable a la de países de África al sur del Sahara, como Botswana, Ghana y Sudáfrica.
En Chimborazo, llevar a los niños a controles de salud a menudo implicar viajar largas distancias a través de caminos muy deteriorados. Como resultado, las madres no sabían cuándo agregar alimentos sólidos a la dieta de sus hijos, a pesar de los años de esfuerzos del Gobierno ecuatoriano por promover el uso de vitaminas y suplementos.
A partir de 2013, investigadores del Banco Mundial viajaron por todo Chimborazo y concluyeron que la mayoría de los niños menores de 3 años rara vez asistían a controles de salud en las zonas rurales, por lo que intentaron otra manera de hacerles llegar la información a los responsables de su cuidado. Los cuidadores que participaron en el estudio tuvieron que inscribirse en programas de seguimiento y nutrición a través de clínicas de salud locales. Pero los investigadores reconocieron que cuando los participantes volvían a su casa, a menudo no continuaban con el régimen de nutrición e higiene. Por lo que empezaron a enviar mensajes de texto positivos y alentadores. Estos mensajes eran personalizados para cada participante y sus hijos.
Durante 14 meses, 2000 familias recibieron periódicamente mensajes de texto, hasta dos por semana, en que se motivaba a las madres y otros cuidadores a llevar a sus hijos a los controles regulares, usar suplementos de hierro y micronutrientes proporcionados por el Gobierno, hervir el agua para hacerla potable, lavarse las manos habitualmente y mejorar la preparación de los alimentos y la higiene. Un grupo de control formado por otras 1000 familias no recibieron mensajes de texto.
Pese a las dificultades experimentadas con el servicio telefónico, los niños menores de 2 años de familias que recibieron mensajes de texto aumentaron de peso, y la prevalencia de enfermedades respiratorias disminuyó en un 29 %. El número de niños que presentaron cuadros de fiebre que requerían hospitalización disminuyó en un 9 %. Los niños cuyos cuidadores recibieron los mensajes de texto también mejoraron su estado de salud en general.
A Mary Abarca, madre de dos niños del cantón Chambo, le parecieron útiles los mensajes de texto, incluidas las instrucciones sobre cómo lavar y cocinar los alimentos y los recordatorios sobre higiene y nutrición. “Considero que la tecnología avanza y por medio de ella nos podemos informar y comunicar”, dijo.
La experiencia de Mary está en sintonía con lo que los investigadores del Banco Mundial aprendieron respecto del poder de los mensajes de texto para comunicarse en toda la región.
“Lo que descubrimos es que los mensajes de texto no son, por supuesto, una solución para nada de esto por sí solos. Son un complemento”, explicó Ana María Oviedo, economista superior del Banco Mundial. «No pueden resolver los problemas estructurales de la malnutrición, pero pueden motivar a los padres o cuidadores a actuar de manera un poco diferente, a cambiar su comportamiento para que, a pesar de las limitaciones, realmente hagan su parte». Fuente: Bancomundial.org