Los colores de la Concepción

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By. Marcelo Jijón Paredes, cronista & editor

Ordenados en hileras, con accesos y control de bioseguridad, la feria de la Plaza de la Concepción en Riobamba sigue ofreciendo mercadería para el turista local y nacional, muchas familias venden allí desde hace muchos años, entre miércoles – pero principalmente sábado – y se constituyen en una muestra del trabajo manual en el siglo 21, donde todo se construye en grandes volúmenes, por acá cada objeto tiene su marca personal.

Es un mundo de color que no podría descifrar ni Justo Villafañe, catedrático español que investigó la teoría de la imagen, pues acá están una serie de elementos que rompen esquemas entre texturas, formas y colores diversos, fuertes muy fuertes, combinaciones únicas que no están en las pasarelas de Roma o Paris, pero tienen particular encanto.

Entre ponchos, fajas, sombreros, bayetas, vive el color de los andes, ese de los artesanos que nunca sabremos el nombre y que deja su mercadería para que termine valorada lejos – muy lejos – en esas sociedades donde se cansaron de la producción en serie y cuentan a sus amigos que esa blusa la tejió hábilmente manos de una mujer Puruhá que no superaba los 30 años.

Los ponchos descansan uno sobre otro, hasta poder cubrir del frío un cuerpo y confirmar que en el corazón del Ecuador, hábiles tejedores ponen su alma en cada movimiento posterior a la selección de la lana y tintura, los que llegan de Cacha tienen símbolos que representan más que una figura geométrica, el poncho de Cacha habla y dicen cosas, refiere historias, esas que se pierden entre polvorosos caminos de la vecina de Riobamba.

Las cintas se enlazan con el viento y danza por instantes, son libres mientras no están atadas a un cabello que quiere algo de orden además de ser identidad desde la forma como se entrelazan ambos, son baratas y hay tanto por elegir, que asumo tardarán en decidirse.

Acá las figuras de una chacana pueden estar junto a la del rostro de Micky Mouse y se da un encuentro entre el mundo andino y el de Disney entre texturas y productos para adultos y niños, la moda es la moda, se si debe adaptar ciertas cosas se lo hace, por acá lo importante es vender, más todavía si estamos en tiempos de pandemia.

Una turista guapa – de cabello oscuro y ojos claros – delata la felicidad por poder mirar tantas cosas bellas juntas, quisiera comprar todo, pero no tiene espacio en su maleta, está terminando su intercambio y pronto volará a Europa, le recomendaron llegar a la Plaza de los Ponchos en Riobamba y la escapada valió la pena, si le sorprendió lo textil, la gastronomía le tenía ofuscada, y es que cerca estaba la señora vendiendo caldo de gallina, seco de carne y llapingachos, es vegetariana…

Sobre la tela marca Bellavista están bordados pequeños, todos son distintos, y sirven para lucir usando el anaco, ninguno se repite y tiene contrate con las telas que regularmente son de colores oscuros y son sujetados con las fajas.

Las “chumbis” o fajas son de diferentes estilos, gruesas o delgadas, de lana u otras fibras, cada una es como una larga historia entre figuras y estilos, el amarillo, rojo y negro están perfectamente combinados y dan personalidad a un producto fundamental para ella y ellos.

Las blusas con coloridos tejidos y bordados ya traspasaron el mercado y la línea ecuatorial, mujeres mestizas las lucen con un jean y en el extranjero la muestran orgullosas sin necesidad de ser ecuatorianas, pero claro a la indígena le luce y de que manera, hoy las miramos en las calles, plazas y en el youtube.

El sábado termina y los colores siguen allí, la venta no es buena desde hace meses, pero apuestan a lo que saben, mientras esperan la venta del día, tejen, cardan el poncho, prueban tintes para la próxima obra, aprendieron de sus padres y abuelos y seguirán en la espera.  El color acá toma vida y se muestra matizado entre muchos productos que esperan cubrir al siguiente comprador o youtuber….

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