Las caretas estuvieron vinculados con lo religioso y se las han encontrado en las tumbas de los fenicios o egipcios, es el símbolo de la representación, del mutarse en otro personaje y momento, con la careta perdemos la vergüenza y bailamos generosamente, nos divertimos y jugamos con el misterio del anonimato.
Las máscaras están en Venecia la bella de Italia y en una de las calles de Santa Rosa “el barrio más lindo del mundo” en Riobamba, las confeccionas expertos artesanos, unos cobrando cientos y miles de dólares y por acá en la provincia con menos dólares tienes para elegir muchas.
Lo llevaban los muertos en ritos.
Pero los que están vivos se transforman y asumen un compromiso entre lo pagano y lo devoto, el #DiabloSonajero bailando en la fiesta del #NiñoJesús y cada vez son más colores y detalles, las caretas complementan la ropa que se mueve al ritmo de un tema desde una banda o desde el balde de una camioneta con un sistema móvil, unos asustan a los niños, otros bailan como ellos.
Son mujeres, hombres, niños y adolescentes, la usa el que tiene plata y el pobre que baila confiando en que el prioste de la comida y el trago. En el rito hay pactos, pagos de favores, agradecimientos, tienen miedo no cumplir porque puede venir el castigo: cinco años seguidos si sales payaso; siete si eres Diablo; seis de perro de #Sacharuna no importa!
La alegría de nuestra identidad está entre caretas “tiesas” construidas de papel periódico y engrudo o hábilmente realizadas en latón; están también las plásticas tan realistas que sorprenden, pero todas forma parte de un momento de un espacio donde todos son uno.
Y es que en las calles los #Riobambeños somos el Pase del Niño y todos jochantes y tenemos alma de priostes y si nos dan un bombo y platillos nos sumamos a la Banda de Pueblo y tarareamos el sanjuanito, la fiesta de la careta es de todos por que queremos algunas veces ocultar lo que pasa en realidad y el color nos devuelve a la realidad.
Texto y Fotos by. Marcelo Jijon Paredes