Historias en la pandemia: Ya no se consume el agua de coco

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«Vamos rápido abuelita al parque», insistía una pequeña niña de unos 7 años, mientras la miraba fijamente. La adulta mayor no respondía, se quedó en la acera de las calles Primera Constituyente y Cinco de Junio con su coche lleno de cocos.

Nadie se le acercaba a comprar. La única protección de la menor y de ella era una mascarilla. No tenían guantes, «no tengo plata para comprar», dijo la madura mujer, quien no quiso dar su nombre.

Sus clientes quienes cobran el bono, al parecer tienen recelo de consumir el agua de coco por miedo al contagio del COVID. «No tienen sed por eso no compran», en su inocencia habló entre dientes la niña.

Como ella hay muchas personas quienes quieren obtener algo de recursos para poder sobrevivir. El miedo al contagio es sobrepasado por la necesidad. La gran mayoría de transeúntes las ignoraban. «Ojalá alguien nos ayude, aunque sea para comer, por eso salimos a trabajar, no tenemos nada», nos respondió la mujer de 67 años.

Movió su coche para ubicarse por el parque Maldonado. Esperamos unos minutos y nadie le hacía gasto. En los ojos de la niña y su abuelita pudimos apreciar su desesperación. El tiempo pasaba, ya casi eran las once de la mañana. Apenas tenían tres horas para vender algo. El único que estaba de su lado era el intenso sol, pero lastimosamente nadie se arriesgaba a tomar la sabrosa agua de coco, y sin duda es entendible. Si miran gente con estos negocios, si pueden y están en la posibilidad de ayudar, podrían apoyarlos con alimentos, en esta crisis sanitaria, económica y social, sin duda es lo que más se requiere.

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