Hace más de cien años, el tren hizo su aparición en el Ecuador. Quizá muchos, tengan una vaga idea de lo que ha significado este medio de transporte producto de la revolución industrial, para este país andino, sobre todo, de lo que su presencia significó para cientos de miles de ecuatorianos cuyas vidas se desarrollaron a lo largo de los 452 kilómetros del recorrido, de este caballo de acero que, lento pero seguro marcó con su vibrar incesante, el desarrollo de ciudades y pueblos, así como las vidas de personas y familias.
Los Ferrocarriles Ecuatorianos inician su historia en forma casi simultánea con la vida republicana del Ecuador, dejando como testimonio varios hechos que marcaron su existencia: 1842, establecimiento de un pequeño ferrocarril en Chonana-Guayas, durante el Gobierno de Juan José Flores; 1861, García Moreno convoca a la primera licitación para construir el ferrocarril del Sur; 1845, al morir García Moreno se han construído 45 kilómetros de vías y circulan dos locomotoras entre Quito y Guayaquil; 1897, el presidente Eloy Alfaro, firma el contrato con Archer Harman y se crea la “The Guayaquil and Quito Railway Company”; 1901, se concluye el tramo de la famosa Nariz del Diablo; 1905, llega el Ferrocarril a Riobamba; 25 de junio de 1908, inauguran el Ferrocarril del Sur.
Hablar del ferrocarril y de sus posibilidades de futuro, ha sido una constante pregunta. Un anhelo permanente para todos quienes de una u otra manera estamos relacionados con el ferrocarril, mucho más para quienes añoran con esperanza su paso vibrante y ruidoso, aspirando que ese paso, devuelva vida y esplendor a aquellos pueblos que crecieron a lo largo de su recorrido. Así, el tren se ha convertido en un baluarte de nuestra cultura, a pesar de la precaria situación en la que le tocó sobrevivir durante tanto tiempo.
Para poder proyectarse al futuro, el ferrocarril tiene que entrar nuevamente en el imaginario de los ecuatorianos, de la nueva generación, por lo que es necesario refrescar y aclarar la conciencia de lo que significa este medio de transporte y ahora ícono turístico para nuestra ciudad Riobamba, para la provincia de Chimborazo y por supuesto para el país, legándonos importantes tradiciones sociales, culturales y arquitectónicas. El tren representó el medio de vida de cientos de familias, que en algún momento emigraron por medio del tren, y que hoy varios años después y un poco más lejos de Riobamba, representan un gran potencial de visitantes, un mercado latente de personas que quieren rememorar sus raíces y orígenes.
Hace casi treinta años, el turismo descubrió al tren, como una posibilidad de reactivación y salvación del ferrocarril, a lo mejor sin el turismo como tabla de salvación, el tren ya hubiera desaparecido.
Sin embargo y a pesar del interés generado a nivel nacional e internacional especialmente en el tramo Riobamba-Nariz del Diablo, tampoco esta actividad ha servido como una solución integral y sustentable.
Una mancomunidad conformada por treinta y tres municipios, pretendió la rehabilitación, puesta en servicio, operación, mantenimiento, y comercialización mediante concesión o economía mixta. Esta iniciativa, tampoco prosperó.
Actualmente y con la vigencia de la actual Constitución, se posibilita y es necesario el respaldo de los gobiernos locales para empujar un modelo de gestión para hacer del tren ecuatoriano, un verdadero eje de desarrollo de Riobamba, Chimborazo y el país. Autoridades locales como prefectos, viceprefectos, alcaldes, representantes parroquiales de la provincia, deben tener un rol fundamental en proponer alternativas para que este ícono local y nacional se mantenga y prospere.
El año pasado, el gerente de la filial Sur de Ferrocarriles del Ecuador, refirió que se busca ampliar la oferta para los pasajeros y mejorar la atención a los mismos, la administración impulsa al momento varios paquetes para instituciones y cada quince días, se busca atraer la mirada de los riobambeños y visitantes de la ciudad con la presencia de la locomotora a vapor.
Patricio Costal de la Cámara de Turismo de Chimborazo, refiere que es indispensable recuperar ese ícono que atraer a los turistas como es la Nariz del Diablo, para el efecto se han plateado varias alternativas. Parte de las acciones que se han mostrado este año, fue la visita que en junio del 2018 realizaron autoridades del Gobierno junto con inversionistas extranjeros como Laurent Carrasset, vicepresidente regional de la empresa Belmond Sudamérica, Gary Franklin, vicepresidente de la compañía Train & Cruises, Alberto Valdez, gerente general de Perú Rail S.A., y Darío Herrera, representante de Belmond en Ecuador y gerente general de la empresa POINT Investment. Recorrieron los talleres ferroviarios en Riobamba, a la Estación y Plaza Eloy Alfaro. Durante una rueda de prensa, el presidente del Directorio de la EMCO, Edisson Garzón, destacó las oportunidades en inversión que tienen las empresas públicas, como la del tren. Para los ciudadanos hay que pasar de la palabra a la acción. Que veamos al tren como eje de desarrollo. Y devolverle al ferrocarril su presencia como símbolo de unidad nacional.
¿Qué pasó con ese admirable tren que unía a los ecuatorianos? Como si la niebla que baja de las montañas, ocultara los durmientes y los maquinistas escucharan a los lejos a los fantasmas. Relegado por las administraciones gubernamentales de turno con sus excepciones, y por las promesas incumplidas, el tren perdió sus rieles en cada inundación, convirtiéndose más, en un recurso de la nostalgia.
El tren es el medio más seguro y más evocador para recorrer el mundo, desde las sabanas gélidas de Siberia o un expreso a Estambul, como sugieren los relatos del misterio. Siempre el tren, como si se tratara de esa antigua alianza con el fuego, los humanos nos encontramos ante el último andén que nos espera.
Viejo y querido ferrocarril,
Naciste lejano, pero pronto viniste,
Cual fuego iluminado,
A quedarte en el corazón de los ecuatorianos.
Despierta amigo fiel que tu canto alegre,
Viaje des el espléndido llano y suba la cordillera,
Converse con el mar y las montañas,
Llevando en tu seno, las esperanzas y anhelos de los hijos del suelo.
Fragmento “Cantata al ferrocarril”, Byron Castro.